Ya señalé en el post anterior que el establecimiento de estándares en modo alguno garantiza su logro. Es la evaluación la que tiene que determinar qué resultados y en qué grado se han alcanzado en un determinado momento, tanto si nos referimos al sistema educativo en su conjunto como si lo hacemos pensando en un profesor en su propia clase.
Será preciso determinar los modos más adecuados para medir cada uno de los estándares, elaborando los instrumentos y procedimientos correspondientes, con la amplitud y diversidad que parezca oportuna. No hay modos únicos de medir el rendimiento alcanzado por los alumnos.
El establecer estándares precisos nos permitirá lleva a cabo un planteamiento de la evaluación que tendrá una referencia criterial (los propios estándares) más que normativa, lo que tiene indudables ventajas educativas y de re-alimentación de los procesos de enseñanza-aprendizaje. No quiero con esto señalar que la evaluación normativa sea inútil pero su función es, educativamente hablando, menos relevante, si bien juega un papel social importante y permite comparaciones entre unidades del sistema educativo que no deben descartarse.
Es indudable que no todos los profesores tienen el mismo nivel de competencia o capacitación profesional, ni todos tienen la misma capacidad didáctica. Siendo así, el establecimiento de estándares facilita el desarrollo de estrategias didácticas para los profesores y el establecimiento de acciones formativas específicas para los que tengan menos cualificación profesional.
Elevar los estándares de un sistema educativo implica, necesariamente, elevar el nivel científico y técnico de los profesores.
Es posible establecer recursos compartidos potenciando las relaciones entre el trinomio estándar-enseñanza-evaluación.
Un excelente ejemplo de lo que señalo es la web del National Council of Teachers of Mathematics ya citada en el post anterior.
Por otro lado, los estándares pueden contribuir a lograr una mayor igualdad educativa, ya que al establecer metas comunes el rendimiento esperable de los alumnos es menos dependiente de la escuela o profesor y más dependiente del resultado establecido a priori , que se logrará o no, pero que es esperado. Aquí es donde la evaluación juega su papel de control y mejora del sistema, ofreciendo resultados que puedan tener impacto real en la vida de los centros.
También tienen que ver los estándares con la atención a la diversidad: los estándares son fijos; el tiempo para lograrlos es variable en función de la capacidad. Esta es una de las razones por las que en Navarra, en su día, establecimos tres niveles de estándares para cada curso.
Es indudable que la escuela está organizada con arreglo a un criterio pragmatista de poco fundamento pedagógico, que implica, de facto, aceptar que todos los niños de la misma edad tienen las mismas necesidades educativas. Todos sabemos que esto no es así. Pero es que cuando la escuela se organiza en función de la edad, los profesores tienden a orientarse al alumno medio haciendo de la individualización educativa una realidad inalcanzable.
En esta situación la diversidad se convierte en una carga y los más capaces, por ejemplo, ven cómo sus capacidades potenciales no se desarrollan por falta de reto adecuado. Con estándares de diversos niveles esta situación puede paliarse al permitir, al menos teóricamente, que cada alumno trabaje más de acuerdo con su nivel intelectual y de competencia, que de su edad.
Establecer metas comunes exigentes determinará el establecimiento de los programas de formación más adecuados para profesores. El sistema educativo entra así en una dinámica de mejora, que llevará a una evaluación continua, en un proceso circular nunca acabado.
Nada de lo dicho en este post y los dos precedentes es nuevo, en
muchos países el uso de estándares es una práctica habitual, como lo es que los resultados académicos de los centros se hagan públicos y estén a disposición de la sociedad. Señalaré a este respecto dos referencias
de primer orden para los lectores más curiosos o interesados en este
asunto. Las leyendas de las dos figuras siguientes contienen los enlaces a dos webs que, estoy persuadido, merecerán vuestra atención.

Quiero terminar con algunas conclusiones que se me antojan evidentes:
- El establecimiento de metas es una exigencia de la calidad. Sin ellas no puede hablarse de eficacia, ni de eficiencia ni de funcionalidad del sistema educativo y se deja a los escolares al albur de posturas localistas que pueden estar justificadas o no.
- Los estándares no son algo diferente de los objetivos específicos que establecen los profesores, a no ser por su grado de aceptación como propuesta común.
- La base social es esencial en el establecimiento de estándares. El debate y la reflexión de los sectores implicados es muy conveniente. Además, los estándares no limitan ni prejuzgan los modos de actuar de los profesores, simplemente señalan el punto de llegada deseable para los alumnos.
- No deben convertirse en una propuesta de mínimos, lo que tendría unas consecuencias poco deseables para el sistema educativo. Deben articularse de acuerdo a niveles de rendimiento y dominio muy diferentes, para poder acoger las exigencias intelectuales de todo el alumnado.
- Carecen de sentido si no se precisan mecanismos de evaluación adecuados que permitan tomar mejores decisiones en el tiempo. Desde luego el establecer estándares no garantiza en absoluto que se logren. Precisamente ése es el papel de la evaluación: comprobar y analizar los resultados, ofrecer feedback a los administradores, a las escuelas, éstas a sus alumnos, etc. dependiendo del nivel de generalización en el que nos situemos.
2 comentarios en «El establecimiento de estándares en el sistema educativo (3/3)»
Gracias por estos post, muy interesantes.
Actualmente estoy participando en debates sobre la calidad de la educación. Este material me servirá de reflexión.
Saludos
Celebro que te sean de utilidad.
Saludos