Todas las personas tienen sus puntos fuertes y sus puntos débiles, pero esto está lejos de hacer cierto el mito anterior. Es evidente que no todos los alumnos son de alta capacidad, ni tampoco todos los de alta capacidad lo son en el mismo grado.
Mientras todos los niños tienen capacidades y limitaciones, algunos niños tienen capacidades extremas en una o más áreas. La capacidad extrema crea unas necesidades educativas especiales, al igual que lo hacen el retraso o las dificultades de aprendizaje.
La escuela atiende adecuadamente, en el mejor de los casos, a los alumnos de condiciones medias, porque los programas en su contenido y desarrollo están previstos para ellos, pero en cuanto una persona comienza a apartarse de lo “normal”, el desajuste con la capacidad del programa convencional para responder a sus necesidades se hará cada vez más patente.
Pensemos en un alumno que es capaz de cursar en un programa intensivo de verano, en tres semanas, la materia correspondiente a un curso entero de Matemáticas, por ejemplo (los hay que triplican este rendimiento)
¿Cómo puede permanecer durante nueve meses trabajando en algo para lo que sólo necesita tres semanas sin que su capacidad intelectual y su paciencia se resientan? ¿Qué dificultad entendemos que puede representar para estos alumnos una enseñanza repetitiva y espiral con un notable grado de solapamiento entre temas y conceptos?
¿Cómo estimular en estas condiciones su afán por saber y profundizar en una materia determinada? ¿Qué pasará con su motivación?
No es razonable obligarles a caminar cuando pueden volar.